[Nací Para Ésto]

Acercáte! Aquí es donde dejo plasmada mi anormalidad virtual.

lunes, septiembre 18, 2006

Untitled

Quizás los posts tan largos son algo difícil de leer... pero hace un par de días me vino a la cabeza escribirlo (o transcribirlo).
No sé de quién es la historia, no es el punto... lo extraño es el lugar desde dónde me llegó, el momento, la situación; todo me llevó a dudar entre casualidades y caUsalidades y supongo que esta historia jamás se va a ir de mi mente...

Sueños 2. Buenos Aires-Barcelona 2004/2005
Esta historia es parte de uno de los mejores momentos de mi vida. Hay días que puedo afirmar que fue real. En cambio por momentos, creo que fue una alucinación hija de mis actuales facultades mentales alteradas.
Era principios de 2004, los días en Bs As comenzaban a ser más largos y coloridos.
Comencé a trabajar en una feria. Fue un domingo extraño, sol radiante y con una suave brisa que venía del Río. La feria, como todos los domingos superpoblada de gente.El puesto vecino lo atendía una chica nueva.
Se llamaba María Eugenia, dueña de una sonrisa tan espléndida como mortal, tan encantadora y atractiva como pocas. Demasiado linda para ser real.
La tarde repentinamente se cubrió de nubes negras y la brisa se transformó en viento. Todos se fueron. Como no tenía quien venga a buscarme decidí quedarme a esperar. Y resignarme a la lluvia próxima a caer. No tenía nada que perder en esos días.
Las calles quedaron desiertas, de gente y de puestos. A mi lado sólo quedaba María Eugenia inmune a la desolación y al mal tiempo. Con su radiante sonrisa desafiando al temporal inminente.
Me acerqué a charlar, fue cuando (los hechos que voy a relatar no puedo asegurar si ocurrieron o no).
Todo comenzó cuando tan solo tu sonrisa pudo cambiar el destino de temporal de esa tarde. Si! El sol resplandeciente y poderoso apareció, las nubes se disiparon misteriosamente y la suave brisa junto a su calidez hacían un momento increíble.
Todo era tan extraño que no podía comprenderlo, la posibilidad de razonarlo era imposible y sin sentido.
Tal era mi confusión que decidí invitarla a caminar, no se cómo articulé algunas palabras en ese momento, sólo habíamos hablado muy poco.
Dejamos todo y nos dirigimos al Río cercano e inmenso. Las cuadras que nos separaban del Río estaban también desiertas, casi no cruzamos palabra. Pude sentir, cuando me abrazó, su piel tibia y suave.
Todo quedaba atrás, el destino era el Río que estaba a pasos. Nos sentamos y algo charlamos. No puedo recordar que. No creo que nunca pueda recordarlo. Quizá nunca existió esa charla.
Solo puedo afirmar que el Río fue testigo de nuestro primer y repentino beso. Luego nos despedimos y quedamos en volver a vernos.
Vinieron los mejores días, los días nunca soñados por cualquier mortal. Hasta incluso por los pobladores del Hasgar o Monte Olimpo.
Fue un desborde de felicidad. Quizás fuimos demasiado felices y pecamos de soberbios. Hasta las divinidades podrían habernos envidiado. El destino nos tenía reservado un terrible cambio, hijo de nuestra pequeña soberbia, posiblemente. Y así, mi querida y amada María Eugenia decidió terminar todo. No podía soportar estar feliz. Era parte de su lado que no quería conocer y temía conocer. Se despidió con su sonrisa, en ese momento impune.
Fue muy duro comprenderlo. Su sonrisa ahora era casi mortal, tan mortal como la esperanza. Para describir el dolor de ese momento no hay palabras.
Sin ella, sin su sonrisa, sin su suave y tibia piel, sin tardes de Sol cerca del Río, no tenía sentido seguir en Bs As., ni en otro lugar quizás.
Mi forma de evadir ese triste y repentino momento fue el exilio, el auto-exilio.
Ya que tenía la posibilidad de un trabajo en Barcelona, decidí irme. LLegué para instalarme en un lugar muy parecido a una pensión y resignarme a un trabajo agotador. Era una buena combinación, junto a la distancia, para escapar de los agobiantes recuerdos de ella.
Fueron 6 o 7 meses, el lugar donde vivía estaba en una calle estrecha lejos del centro de la ciudad. Era verano y el sol caía en esa tarde agotadora. Frente a la entrada de la casa estaba María Eugenia, armada con su radiante sonrisa.
Estaba tan confundido, que mis meses de atormentado exilio se borraron en un instante. Lo que añoraba verla, lo que extrañaba su voz, estaban casi frente a mí. La agobiante tarde quedó atrás, se transformó en un anochecer encantador de otoño pero en pleno verano, solo falta el inmenso Río.
Apenas pude hablar, no podía salir de mi asombro. Y menos reaccionar. Ella solo me pidió que vuelva a Bs As porque era mi lugar.
Solo eso, era mi lugar. Pero que no era nuestro lugar aclaró.
No sé como llegué a decirle, que sin ella, su mortal y espléndida sonrisa no tenía sentido estar allá.
Me dejó un sobre con un pasaje a Bs As. Y fue sin decirme adiós, sin besarme, que desapareció por la estrecha calle.
La compasión de ella fue infinita. Al menos seguía sintiendo algo por mí, compasión, nada más.
Tomé la decisión de volver a mi Bs As querido. Junté mis cosas y fui hacia el aeropuerto: el vuelo salía en sólo 6 horas. Perturbado por su presencia fantasmal y por la esperanza.
El vuelo fue eterno.A cada segundo mi ilusión aumentaba, hasta llegar a mi destino.
Comprendí que esta vuelta fue parte de los hechos que no podía saber si eran verdaderos.
Y que no hay forma de explicar las sensaciones y sentimientos al volver a verla, en la lejana Barcelona, y que todo aquel forzado y triste exilio real o no, solo fue un pequeño e ínfimo detalle.
Volvía a ver el mismo Río, y hasta tener la esperanza de que una tarde amenazada por un temporal se transforme repentinamente en la más maravillosa tarde de mi vida.
Ya pasó mucho tiempo, En Bs As, y todas las tardes son iguales. Se repiten durante primavera, verano, otoño e invierno. El Río sigue siendo inmenso, pero es solo un recuerdo. Y la esperanza es un mal eterno.
En fin, todo fue tan increíble y maravilloso que nunca lo llegué a soñar.
Te extraño.

Me deja tantas dudas sin respuesta. Me pregunto si nuestra vida está compuesta de pequeños momentos de felicidad, tan fugaces como el de ellos. Si dejar todo por alcanzarlo, o prevenirnos de lo que viene, resignando por no perder más. Me pregunto por qué el miedo a sentir nos aleja y ciega tanto que no vemos eso que está ahí en frente nuestro(no solamente en una historia de amor, sino en todas).... Me pregunto si lo mejor llega, se cruza, aparece, cuando no estamos buscando.... y ahí sé que sí, que es así y por eso siempre van a quedar en algún rincón del alma.

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